Porque me saben a dulce
de dulce candelería,
de Madruga y Viernes Santo,
de rúan y bambalina.
Porque me saben, me saben,
a unos ojos que me miran
con milindricos de azúcar
y rica mantequería
consolando el amarguillo
de mis noches y mis días.
Me sabe a gótica
plata
-plata de luna y almíbar-
y a faroles enmelados
con arcos de miel y ojiva.
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A yema santa me sabe
el llanto de sus mejillas,
y a dulce de Dulce Nombre
la Madre de Dios bendita,
obrador de la Esperanza
donde se tuesta mi vida...
...Y cuando llego a mi
casa
viene la bolsa vacía.
Ya no queda ni una pasta,
ni una redonda rosquilla.
Sólo el recuerdo en mi mente
de aquella joven novicia.
¡Qué bien
me supo su nombre!
¡Su Dulce Nombre, María!
Pregón de D. Antonio
Moure 1998
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