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Lo siento, amigo
José Antonio Dominguez Mateos
nene@jerez.es

Y qué quieres que te diga, Alfonso, que no sepas. Cuando Carlos Herrera en su pregón que la vida es una lenta cofradía, compuso la metáfora más hermosa y certera que jamás nadie había escrito sobre un cofrade. Y después de tantos momentos buenos y malos, duros y livianos, alegres y tristes, la cofradía siempre llega a su fin. Y vuestro padre, amigo, ya tuvo su recogía y disfruta ya de la presencia luminosa de un Dios que no necesita candelerías, pero sí quiso junto a sí a su encendedor aquí en la Tierra.

Fue un buen hombre, sin duda. Desde pequeño, lo recuerdo siempre en la delantera del paso de Cristo Rey. Serio, callado, con el oficio solemne de quien sabe a Quién trabaja. Así lo vi desde mi primer Domingo de Ramos hasta éste último en un derroche de constancia, fidelidad, amor y compromiso para con su cofradía, en unos tiempos en los que esos términos parecían haber desaparecido para el resto de los cofrades.

Esa es, y lo sabes, la mejor herencia que os ha legado tu padre. Su más valioso tesoro: el amor invariable, duradero –ahora infinito- de tu padre hacia Dios, hacia Cristo Rey y hacia su cofradía lasaliana. Aceptar y asumir ese compromiso, haciendo de vuestra vida una continuación del compromiso que vuestro padre os inculcó desde pequeños es, sin lugar a dudas, la mejor forma de honrar su memoria. De algún modo, él seguirá así vivo en vosotros. Vivo en su Hermandad. Nunca olvidéis la forma en la que os hizo cofrade a tu hermano Ángel y a ti. Su forma de vestiros de nazarenos, de llevaros ante las Imágenes, de rezar con vosotros. Sus ojos brillantes por la emoción al veros de costaleros y ver vestida de monaguillo a sus nietos, mientras tres generaciones de Téllez se entregaban al sueño albiceleste de cada Domingo de Ramos.

Por todo eso me veo a pedirte hoy disculpas, Alfonso –y a Ángel, tu hermano-. Porque el homenaje o recuerdo que me pedías para tu padre en esta página no me corresponde a mí sino a vosotros. Tenéis toda una vida –la que él os dio- por delante para hacerlo, convirtiéndoos en lo que él fue: un buen cofrade, un buen padre, un buen hombre. El mejor encendedor que tuvo Cristo en la Tierra.


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