Ay, Jerez. Ay, mi Jerez. Ay, mis jerezanos.
Cómo nos pesa la losa de la ignorancia. La tendencia
al querer y no poder. Al no ser y creernos. Al no tener
y aparentar. Esa costumbre de hablar sin criterios,
de dogmatizar sin conocimientos. Qué triste esa
manía tan nuestra de erigirnos en jueces, verdugos
y sepultureros de cualquier hecho o persona que se nos
antojen contrarios, sin preocuparnos siquiera de comprenderlo,
de conocerlo en su justa dimensión. Porque, después
de todo, para qué íbamos a intentarlo,
si no íbamos a ser capaces. Si nuestras malditas
limitaciones nos lo impedirían. Por ignorantes.
Huérfanos de criterios "salvo las honrosas
y contadas excepciones de siempre", abrazamos la
crítica feroz del hecho deplorable según
nosotros, como si las muestras de ensañamiento
y acritud nos granjearan ante el resto una imagen de
cofrades sabios y coherentes que no nos pertenece. Usamos,
para ello, argumentos endebles y superficiales, meramente
estéticos, ceñidos siempre al parco gusto
personal de cada cual. Reducimos, en resumen, nuestro
universo cofradiero a una mera cáscara de filigranas
cutres y pobres, deslucidas por el sucio polvo con que
el desconocimiento lo cubre todo. Todo queda en una
simple y estúpida pose. A un figurar bien en
la foto. Valoramos en sumo grado cualquier cambio que
se nos presente atractivo a todos los sentidos, excepto
al común. Así, no son pocas las voces
que se alzan, soberbias, ufanas, ataviadas de una solemnidad
que les viene grande como una túnica sin dobladillos
a un nazareno de dos años, para pedir solíticas
cualquier aberración, justificando tal o cual
cambio revolucionario en función de No-Se-Cuál
prestigio de cofrades reconocidos. Lo mismo da pedir
una Magna de Palios, que Agrupación Musical para
el Señor de la Vía Crucis "buscando
la simplista asimilación al pasocristo de los
Gitanos de Sevilla", Cornetas y Tambores para la
Lanzada, paso nuevo para la Cena "y que no procesionen
en el Corpus, que allí no pintan nada, a ver
qué se han creído éstos…",
o, los menos escruplsos "los más crueles,
los más ignorantes", se atreven con sugerir
el cambio de Tal o Cual Titular, sin más. Por
feos.
Con este panorama no pueden extrañar algunas
reacciones "resulta agradable descubrir, sorprendentemente,
que son, de momento, una minoría" a la decisión
tomada por la Hermandad del Soberano Poder de revestir
como Sacerdote a su Imagen Titular. Capten lo fino que
he hilado con lo de revestir como Sacerdote, en lugar
de revestir de Sacerdote. Porque al Señor no
se le ha puesto un atuendo de algo ajeno a Él,
sino que se le viste asumiendo una de sus naturalezas.
Es Cristo Sacerdote, representado en la plenitud de
sus atributos. Es Cristo Eucaristía, el Cordero
de Dios. Es, en definitiva, hacer de una Imagen Titular
lo que siempre se hizo con ellas: dar una catequésis
ritual, destinada a aquienes sin ese tipo de canales
de comunicación, no profundizarían siquiera
mínimamente en sus creencias.
Y ay, Cofradías. Ay de las "de mis"
cofradías, de nosotros, de todos, si algún
día olvidamos que es ésa nuestra función,
ésa nuestra explicación y eso lo que nos
ha mantenido vivos durante siglos. Es nuestra justificación.
Lo que nos da vida y nos eleva a algo más que
meros adornos folclóricos, bienes muebles una
vez al año. Es lo que rompe la cáscara
absurda y pobre con que nos cubren aquellos que no comprenden,
que no entienden ni saben. Es lo que hace que, aún
hoy, las cofradías y los cofrades sigamos mereciendo
la pena.