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Respuestas de papel ajado
José Antonio Dominguez Mateos
nene@jerez.es

Como dejarles únicamente con la pamplina de Cofradías y tardes grises me iba a dejar con un cargo de conciencia terrible y a ustedes con un dolor de cabeza y unas náusas no menos espantosas, voy a intentar empatar la jugada con un par de líneas que tengan algo más de enjundia y menos de ñoñería. Algo más salado, para deshacer el dulzor empalagoso que haya podido dejar el otro. Así que, si me permiten, me pongo a ello.

Supongo que estarán al tanto, y si no se lo digo yo, de cierta investigación acerca de nuestra Semana Santa en tiempos de la Segunda República que me sumergió durante algún tiempo en los archivos de la ciudad y de las hermandades en búsqueda de documentos de base sobre los que estructurar el trabajo final. Y ocurre a menudo, en esto de la investigación histórica, que uno va encontrando conexiones con las que no contaba en un principio, hechos que te llevan a otros más contemporáneos y te ayudan a trazar un hilo de causalidad que terminan por sugerirte algunas explicaciones interesantes para cuestiones actuales. Por ejemplo, la tan comentada crisis de costaleros sólo se entiende en toda su dimensión cuando, paseando por las lecturas adecuadas y asomados a los documentos oportunos, descubrimos lo difícil que resultó siempre instaurar un oficio propio de entornos industriales y urbanos en una ciudad muy ruralizada y de economía mayoritariamente agraria; en la que, además, de propina, la costalería se vió pronto (apenas 4 décadas después de su aparición en nuestra ciudad) arrancada de las manos de los profesionales con la implantación de las cuadrillas de hermanos, quizás de forma excesivamente prematura.

Otro ejemplo. La herencia detestable que nos han legado un pasado excesivamente vinculados a terceros poderes económicos ajenos a las cofradías, dependiendo de su mecenazgo siempre interesado, puestos a su merced, dispuestos siempre a pararle el paso ante la puerta del señorito, a ponerle las flores que él diga, a hacer lo que a él le salga de las narices. Hoy, décadas después, soterrado aquél mundo deplorable de servilismo estúpido y degradante, pagamos caro el crecimiento artificial de nuestro patrimonio y nuestra Semana Santa al calor de aquel abono económico que llovía desde fuera. Hoy, incapaces de sostener un patrimonio que jamás hubieramos podido tener sin el favor ?interesado siempre, repito? del mecenas de turno, no encontramos otra solución que la de acudir a un nuevo mecenas ?Ayuntamiento, por mencionar al más recurrido? con la sonrisita dibujada en los labios y las palmas de las manos hacia arriba, paradójicamente mendigos por grandeza, pedigüeños de una limosna en pos de una Semana Santa de postín.

Todo eso está ahí, en los libros, en los documentos, en las bibliotecas y archivos. Porque nuestro presente y aun nuestro futuro hunden sus raíces en la historia y en el pasado. Que lo que pasa hoy, en cualquier ámbito de la vida, se puede comprender mejor si atendemos a qué ocurrió ayer. Porque, déjenme que se lo recuerde, por si alguien lo ha olvidado, pensar que los problemas de las cofradías en la actualidad son algo inexplicable, repentino, sin causa aparente, no es más que un burdo intento de zafarse de asumir la culpa de la que todos participamos, en mayor o menor medida. Respuestas, como ven, hay. Sólo hay que tener ganas de saberlas. Y contarlas.


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