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Cofradías y tardes grises
José Antonio Dominguez Mateos
nene@jerez.es

Madrid, mes de mayo. Un frío soprendente para estas fechas, aguaviento desagradable que cala mi mal prevista ropa primaveral y un humor de perros tan gris como el día que le da un color ceniza a la atmósfera de la ciudad. Al mal tiempo, buena cara. Y si la cara tampoco es buena, pues buen sonido o buena ambientación. Total, que decido tirar de archivo sonoro y dejarme llevar por la imaginación un rato, en busca de sensaciones más gratas. Busco en el cacharro este que me sirve para escuchar música y tal y tropiezo con unos programas de radio descargados que no sabía que guardaba el dichoso aparatito. Los descarga solo, el muy salado. Miro la pantalla sorprendido y descubro que se trata de un programa de cofradías de Sevilla. El llamador, de Canal Sur. Y me digo que bueno, que más vale tarde que nunca, y le doy al botón de reproducción dispuesto a calzarme un programilla de esos de balance de Semana Santa, donde la gente acude para dar su opinión con mucha palabra docta, y mucha cátedra por sentar y te dicen los problemas que ha habido y las soluciones que hay que poner, etcétera. En fin, me dije. Una hora escuchando hablar de cofradías puede ser, tal y como está hoy el día, un buen entretenimiento.

Puede que aquél día cualquier tontería que hubiera salido por aquellos auriculares hubiera mejorado el lamentable ambiente que se vivía por aquí. Quién sabe. Pero la cosa es que salió eso que les he dicho y, en efecto, el asunto cambió de color. Reviví algunos momentos de la Semana Santa sevillana trajeron de golpe un torrente de imágenes vividas no sólo la Semana Santa pasada, sino muchas otras y no sólo de Sevilla ?hay momentos universales de esos que tienen las cofradías, una revirá, una levantá, una llamá emocionada de un capataz a sus costaleros, una salida, que lo mismo puede haber sido en aquella ciudad o en Jerez o en vaya usted a saber dónde?, que uno conserva en la trastienda de la memoria y afloran cuando se toca la tecla acertada de los sentimientos dormidos. Así, al poco, mis sentidos decidieron alejarse de aquél día gris y sumergirse de pleno en un tiempo en que el azahar, el incienso y el murmullo respetuoso de la masa contemplando cofradías inundaban los sentidos. Y cuando ya una sonrisa asomaba, de puro placer, en la comisura de mis labios, dio comienzo una tertulia distendida sobre la problemática costalera en Sevilla ?allí hablan de problemática los tíos, los muy exagerados; qué dirían si vivieran en Jerez…?, con gente de oficio de por medio; nada de iluminados que hablan sin conocer la materia, que lo mismo te dogmatizan seriamente sobre cómo poner las flores que sobre cómo se ha de interpretar una composición determinada. Gente cabal que exponían sus visiones del asunto del modo más natural y sencillo, dándole a uno ganas de coger el teléfono y llamar a la cadena para participar en directo del debate de un programa que fue emitido hace ya un mes.
Y así fue, colorín colorado, como una tarde gris de un mayo que quiso vestirse de noviembre, terminó siendo una maravillosa tarde primaveral de ambiente cofrade, gracias a la fuerza de las palabras, las cornetas, el incienso y el azahar, conjurada por la magia de la radio. Y si hoy les escribo este absurdo artículo es porque el día vuelve a frío, el cielo plomizo, la lluvia pertinente y fría y mi humor tan gris como la luz sucia que hoy se derrama sobre Madrid. Y porque escribiendo esto acabo de echar, como quien no quiere la cosa, un buen rato hablando de cofradías y soñando con lo pasado y con lo que tanto me gusta, dándole de paso otro quiebro a una nueva tarde de primavera insulsa y triste que tienen estas tierras.


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