A todos ustedes como a mi les resulta
a buen seguro desagradable y casi digno de una tortura
los sonidos de cualquier principiante que, osado el,
acerca sus labios a la boquilla de una corneta. Después
el chaval tratará de soplar y puede hasta que
emita algún sonido que diferirá en mucho
del solo de Manúe que él esperaba marcarse.
Pues si, este podría ser el inicio que sucediera
a ese momento en el que dos chavales se juntan por la
tarde y deciden acercarse hasta donde ensaya su banda
preferida, dar un paso al frente y comentarle con mas
miedo que vergüenza al que ellos intuyen que “maneja
el cotarro” allí que les gustaría
tocar en la banda, en la que a partir de ese momento
será su Banda. A partir de ese momento bajo el
manto de esa adolescencia que hace que busquemos un
colectivo en el que sentirnos útiles y respaldados,
encontraban estos chavales una magnifica manera de pasar
las tardes, prácticamente todo el año,
tratando de sacarle sonidos cofrades a una corneta el
uno y aprendiendo con unas baquetas el compas que un
día marcaria a los costaleros el otro.
No sé cuantos José, cuantos casos como
el que he descrito brevemente arriba habrás vivido
desde muy cerca, muchos cientos, seguro. Jóvenes
que se quedaban, dejados caer en las paredes de lo que
un día fueran cascos de bodega, escuchando el
ensayo que delante de ellos tenía lugar, rufando
imaginarias baquetas en el aire uno, silbando la melodía
principal de la marcha el otro.
Muchos cientos, muchos de ellos muchísimos se
vieron tras algunos años de servicio en su banda
y en tu banda, llamados por la costaleria, por otras
bandas, reclamados por sus novias o simplemente por
otras aficiones…pero se volvía a cerrar
el ciclo porque el primer día de ensayo del año
cuando ellos te comunicaban que no seguirían
en San Juan por esta o por aquella excusa, eran ahora
tres los chiquillos que impacientes aguardaban y se
disputaban a suertes quien tendría el valor de
abordarte para decirte aquellas “palabras mágicas”
de que querían tocar en tu banda.
Tantos y tantos músicos eventuales, que tanto
aprendieron en la espalda de esa Calle Muro, que emocionaron
a muchos cofrades a los sones de marchas que tu tan
bien conocías como “Al Pie de la Cruz”,
“Exaltación de Cristo”, “Entre
Varales de Plata”, “Senderos de Pasión”
y que anhelaron contigo y con tu banda el volver a ponerle
vuestra música de nuevo a la cofradía
del Cristo del Amor, tantos que pasaron y tantos que
pasaran…
Muchos decimos, Don José, que Jerez está
falto de músicos cofrades de esos de experiencia,
de conocerlos tras muchos años acompañando
a tal o cual cofradía, que por desgracia lo que
hay aquí son muchos como los que he contado en
estas líneas. Pero ejemplos de amor a una Banda,
a la música cofrade y a las cofradías
jerezanas como el que TU nos dejaste, afortunadamente
legado a tus hijos, nos quitan una vez mas y afortunadamente
la razón.
Dedicado a la memoria de Don José Reganzon
Cosme y a los componentes de la Agrupación Musical
San Juan.