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Al Pie de la Cruz
Sebastián Galafate Domínguez

A todos ustedes como a mi les resulta a buen seguro desagradable y casi digno de una tortura los sonidos de cualquier principiante que, osado el, acerca sus labios a la boquilla de una corneta. Después el chaval tratará de soplar y puede hasta que emita algún sonido que diferirá en mucho del solo de Manúe que él esperaba marcarse.
Pues si, este podría ser el inicio que sucediera a ese momento en el que dos chavales se juntan por la tarde y deciden acercarse hasta donde ensaya su banda preferida, dar un paso al frente y comentarle con mas miedo que vergüenza al que ellos intuyen que “maneja el cotarro” allí que les gustaría tocar en la banda, en la que a partir de ese momento será su Banda. A partir de ese momento bajo el manto de esa adolescencia que hace que busquemos un colectivo en el que sentirnos útiles y respaldados, encontraban estos chavales una magnifica manera de pasar las tardes, prácticamente todo el año, tratando de sacarle sonidos cofrades a una corneta el uno y aprendiendo con unas baquetas el compas que un día marcaria a los costaleros el otro.
No sé cuantos José, cuantos casos como el que he descrito brevemente arriba habrás vivido desde muy cerca, muchos cientos, seguro. Jóvenes que se quedaban, dejados caer en las paredes de lo que un día fueran cascos de bodega, escuchando el ensayo que delante de ellos tenía lugar, rufando imaginarias baquetas en el aire uno, silbando la melodía principal de la marcha el otro.
Muchos cientos, muchos de ellos muchísimos se vieron tras algunos años de servicio en su banda y en tu banda, llamados por la costaleria, por otras bandas, reclamados por sus novias o simplemente por otras aficiones…pero se volvía a cerrar el ciclo porque el primer día de ensayo del año cuando ellos te comunicaban que no seguirían en San Juan por esta o por aquella excusa, eran ahora tres los chiquillos que impacientes aguardaban y se disputaban a suertes quien tendría el valor de abordarte para decirte aquellas “palabras mágicas” de que querían tocar en tu banda.
Tantos y tantos músicos eventuales, que tanto aprendieron en la espalda de esa Calle Muro, que emocionaron a muchos cofrades a los sones de marchas que tu tan bien conocías como “Al Pie de la Cruz”, “Exaltación de Cristo”, “Entre Varales de Plata”, “Senderos de Pasión” y que anhelaron contigo y con tu banda el volver a ponerle vuestra música de nuevo a la cofradía del Cristo del Amor, tantos que pasaron y tantos que pasaran…
Muchos decimos, Don José, que Jerez está falto de músicos cofrades de esos de experiencia, de conocerlos tras muchos años acompañando a tal o cual cofradía, que por desgracia lo que hay aquí son muchos como los que he contado en estas líneas. Pero ejemplos de amor a una Banda, a la música cofrade y a las cofradías jerezanas como el que TU nos dejaste, afortunadamente legado a tus hijos, nos quitan una vez mas y afortunadamente la razón.

Dedicado a la memoria de Don José Reganzon Cosme y a los componentes de la Agrupación Musical San Juan.


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