Este último Jueves Santo en
el interior de tu capilla, en tu convento de siempre,
tú no aparecías por ninguna parte ¿dónde
está este hombre? ¡Ah! pero si es verdad…
está con él, en el mejor de los palcos
me dije, el del cielo. Lo juro, esa fue mi sensación
tal y como yo la viví.
Ese día tuve la inmensa suerte
de que me invitaran a acompañarles en su Estación
de Penitencia los Hermanos de la Oración en el
Huerto, y claro, yo como casi siempre, procuro comportarme.
Así que un rato antes de la salida de la hermandad
a la calle llegué a Santo Domingo y empecé
a saludar a los de siempre… Jesús, Pepe,
El Lechuga, Paco Domínguez, Pepe Antonio…
en fin, un montonazo de buena gente.
Mi espera en la Iglesia como siempre,
tensión, rogatorias, nervios, saludos, promesas,
rezos… y todo lo que solemos hacer. Pero en el
ambiente yo notaba algo que un principio no atinaba
a saber qué era, así que a esperar y a
seguir viendo amigos y a otros, que sin serlos, sí
que es cierto que ya los empezaba yo a sentir como hermanos
(nazarenos y costaleros) al menos durante aproximadamente
unas cinco o seis horas.
Bueno por fin ya empieza a formarse
definitivamente el cortejo en el interior y comienza
a salir la Cruz de Guía, incluso el paso del
Señor está también ya en el dintel
cuando empieza el himno y no puedo evitarme estremecerme
con esas notas, así me educaron desde pequeño,
qué momento. Yo que tuve la suerte de situarme
al principio junto a Ella, la Santísima Virgen
de la Confortación y su ángel, también
comienzo a andar dentro del convento, pero el capataz
manda parar antes de llegar justo unos metros antes
de la puerta, se hizo un silencio que si ya no lo era
antes, por lo menos a mí me pareció sepulcral,
y suenan unos acordes de … La Muerte no es el
final. Ahora sí, ahora Antonio sí te sentí.
Qué alegría saber que aquello era en tu
honor, para ti. Qué detalle de El Lechuga y su
junta, bueno y de toda la hermandad. Maravilloso. A
mí no se me olvidará nunca. Además,
la tocaron hasta muy bien los músicos. Por cierto
Pikolo, tú que estás en el Cielo échanos
una manita con los que no nos quieren comprender ni
tampoco quieren entender estas y otras cosas nuestras
por aquí abajo. Tú sabes bien que algunos
no te olvidamos. Un beso.