A los
sevillanos nos gustan las bullas. Así de rotundo
podría empezar este estudio sociológico
que vengo llevando a cabo desde que tengo uso de razón.
Bulla como sinónimo de gentío, entiéndase
bien. Yo soy un observador nato. Me encanta mirar a la
gente. Simplemente mirar. Sus comportamientos, sus reacciones,
sus hábitos... y la experiencia me enseña
que los hispalenses tenemos un "sentido de la bulla"
muy desarrollado. Y es que resulta que eso de estar en
un sitio abarrotado de gente nos encanta.
Pero vamos a empezar
haciendo una pequeña y sutil distinción
entre lo que es la bulla y el atasco o aglomeración:
1º.
En un atasco suele haber un grupo concreto de población,
por ejemplo, un atasco de tráfico. Aquí
hay hombres y mujeres desde los 18 años hasta,
digamos, los 50 y, además, también hay gente
de más de 50 años, principalmente hombres.
En una bulla no; en una bulla hay gente de todas las edades,
desde niños de meses hasta ancianos de 80 años.
Vemos, pues, que la bulla es, por así decirlo,
más popular, menos selectiva.
2º.
Un atasco (o aglomeración) nos sorprende. Nos coge
de improviso. Es algo que no se espera y de repente ¡zas!,
te encuentras en él. Una bulla se busca; no sólo
se busca sino que se premedita con meses de antelación.
Frecuentemente concurre el agravante de la nocturnidad.
3º.
Como consecuencia del punto 2º, ocurre que para un
atasco no vamos vestidos de ninguna forma especial. Es
más, lo más seguro es que nos pille sin
peinar, sin pintar (en el caso de las mujeres) y, muy
probablemente, con la ropa (sudada) del trabajo. Para
una bulla vamos con nuestras mejores galas, y que no falte
el perfume... que apestemos a perfume, vamos.
4º.
Cuando estamos en medio de un atasco, estamos deseando
salir de él a toda prisa y encontrarnos en otro
lugar, lejos de allí. Con la bulla ocurre todo
lo contrario. Ya que está más que premeditada
(ver punto 2º) y encima que nos hemos gastao una
pasta en los zapatos que llevamos (ver punto 3º)
no es para salir pitando. O sea, que nos gusta estar allí
y no queremos irnos. Pensamos quedarnos varias horas,
como poco.
Llegados a este punto,
espero que tengamos claro lo que es un atasco y lo que
es una bulla. Pero por si acaso, aquí os voy a
dejar un claro ejemplo de lo que es una bulla sevillana
con todas las de la ley: la Semana Santa.
Ese Domingo de Ramos,
que no hay nada más que uno al año, ¡uno!
Trescientos sesenta y cuatro días esperando ese
domingo... como para no premeditarlo, vamos. Y sí,
claro que se planifica con meses. Ese día es que
no queda un alma en su casa. Ya sé que cada uno
tendrá su día preferido (generalmente en
el que sale su Cofradía) pero es que ese día
es muy especial. Todos, todos arregladitos, tan monos...
con zapatos nuevos, bolsos a juego, vestidos elegantíiiiiisimos,
que parecen sacados de alguna boda... Y allá vamos,
a la bulla, a ver alguna Cofradía en la calle,
que llevamos un año esperando. Y cuanta más
gente, mejor. Es más, si no hay gente no gusta.
Si hay bulla es por algo, así que allá vamos
nosotros.
Lo que ocurre es que
el comportamiento de la gente en mitad de una bulla es
de lo más curioso: la gente se pone violenta, a
la defensiva. Es como si estuvieran deseando que dijeras
o hicieras algo para buscar discusión. Esta señora
que está ahí, bien plantada desde hace ya
una hora, y justo cuando se acerca el Paso, llega una
y se le pone al lao, casi ya delante... y aquélla
que empieza a mover el bigote, mirando de reojo, hasta
que no puede más... «oye, aquí delante
no te vayah a quedá, bonita... hombre, que llevo
yo aquí ma de una hora pa que tú te me ponga
delante, vamo, digo...». O esa otra escenita en
que se abre un pequeño pasillo entre la bulla,
una grieta, como yo lo llamo, y entonces empieza a pasar
todo el mundo que está al otro lado, y se rozan
cada vez que pasan y empujan y piden paso... hasta que
ya te hartas y te pones en medio de la grieta, con cara
de mala leche y mirando a algún balcón,
como quien no quiere la cosa, tapando el agujero, y el
hombre que se ha quedao justo delante te dice educadamente,
eso sí, «disculpe, ¿me permite, por
favor?», «no, es que por aquí no se
pue pasá, ¿sabe usté? Es que ya no
hay ma sitio. Pase por otro lao» y mandamos la grieta
"pa otro lao". ¿O no es verdad?
Y es que entre tanta
gente hay de todo, así es que si eres forastero
y piensas visitar la ciudad en Semana Santa, conviene
que sepas que te vas a encontrar con una serie de personajes
de nuestra flora y fauna hispalense que deben estar presente
en toda bulla que se precie, o si no la bulla no es tal.
A continuación paso a enumeraros la lista:
Viejas tempraneras:
son aquellas señoras de avanzada edad
que se reúnen en la puerta de la capilla para ver
salir el Paso. Generalmente suelen ir en grupos de tres.
Son las primeras porque para eso llevan allí esperando
estoicamente dos horas, apostadas en la puerta. Viven
de eso, así que son muy previsoras ante la bulla.
No en vano llevan como equipamiento adicional el abanico
y la sillita de playa para la larga espera. Suelen ir
bastante emperifolladas y llevan encima un olor a pachuli
que cuando llevas al lado una hora esperando, ya se te
ha metío en los sentíos y no sale hasta
pasadas varias horas. No llevan programa de Semana Santa
porque sólo salen a ver la de su barrio, así
que ya se conocen los itinerarios, horarios y entresijos
mejor que el Hermano Mayor. Como punto positivo decir
que, con un poco de suerte, te enterarás esa misma
tarde de algunos manidos asuntos del corazón, si
uno anda últimamente poco puesto en ellos. Al menos,
la información se agradece.
Señora
con carrito: esto que no falte. Es imprescindible.
En medio del gentío, de la bulla, donde no cabe
ni la cabeza de un alfiler, donde si te descuidas, el
de detrás le está dando bocaos a tu bocadillo...
allá que se abre de repente la multitud tal cual
abrió Moisés (Chaltonjeston) el Mar Rojo
en «Los Diez Mandamientos» y aparece una señora
con un carrito de bebé. Vamos, que digo yo que
manda huevos que la tía meta a la criaturita allí
para ver ella el Paso. Lo que me fascina de esta situación
es cómo se puede meter un carrito por donde hace
tan sólo cinco segundos parecía que no cabía
nada. Este personaje suele ir mirando hacia el frente,
pocas veces hacia el suelo, por lo que va arrollando todo
allá por donde va y te hace polvo los tobillos
con las ruedecitas del carro. Muy peligroso enemigo, ya
que, al no haber espacio, es muy difícil esquivar.
La variante más temible es cuando el niño
ocupante del carrito lleva una piruleta, chupa-chups,
algodón dulce o similar, ya que, además
del porrazo en los tobillos, hay muchas probabilidades
de que nos manchen el pantalón, según se
deprende de "Las Leyes de Murphy".
Larguirucho:
en España la media de altura no es muy elevada,
como sí que es habitual en los países nórdicos.
Hay poca gente alta, en términos relativos, con
respecto al total de la población. Además,
habiendo tantísima gente en la calle, es mucho
menos probable que tengamos a alguien alto al lado...
¿sí, verdad? ¡Pues una leche! Siempre,
no sé cómo pero siempre, se nos pone un
tío grande delante que, por supuesto, nos jode
la visión. Miras alrededor y no ves a nadie semejante
en estatura y claro, entonces nos hacemos la pregunta
del millón: «pero con la de gente que hay,
¿por qué coño me tiene que tocar
siempre a mí?». Tienen la rarísima
habilidad (parece que tengan ojos en el cogote) de que,
cuando has encontrado un huequecito para mirar, por la
izquierda, el tío se mueve a la izquierda, miras
por la derecha... el tío se mueve "pa"
la derecha. Poco podemos hacer ante este personaje, pues
no es nada recomendable enfadarse con él, dadas
las dimensiones del individuo.
Caballero con
niña a hombros: es de los más irritantes.
Son personas que parece que se crean que están
solos en la calle. Te suben a la niña a hombros
y ¡hala!, los de atrás que se jodan. Tampoco
le digas nada porque encima te dicen «¿quéh
quiere? Tendrá que ve la niña, ¿no?»,
¡ea! y ¿qué vas a hacer? ¿Largarle
un guantazo con la niña a cuestas? Paciencia con
él, sobre todo. Es fácilmente reconocible
desde lejos ya que la niña o "carga"
suele ir ataviada con vestido blanco estilo comunión
y lacito de raso en el pelo. No falla.
Atropellador:
es la típica persona que va por la calle en plan
«Harry el sucio», importándole poco
la aglomeración. Él pasa, empuja, pisa,
empuja otra vez, gruñe, atropella, salta, esquiva,
vuelve a empujar, mira mal, apesta a sudor, cecea y dice
tacos. Tiene una pinta de mangante que te cagas. Altamente
peligroso. No decirle ni pío, que pasa pronto y
todo se olvida. Decirle algo es tenerla con él,
y de las gordas. Tras tropezarse con este personaje, no
olvidar revisar si la cartera sigue en su sitio.
Conductor despistado:
generalmente forastero, porque si no, no me explico cómo
alguien tiene cojones de meter un coche por donde pasa
una Procesión. Va en sentido contrario de donde
va todo el mundo, cómo no, y la gente le lanza
mensajes del tipo «¿ande vaaaaaaaaaaa?»,
«¿ande quiere meterte, cohone?» y demás
cosas por el estilo. Hay que andarse con mucho ojo pues
uno no se lo espera y corre el riesgo de "endiñarse"
un "castañazo" con el capó. Claro,
no hay más que gente y gente y gente y más
gente... y de repente se abre todo el mundo y ¡hostia,
cuidao! Mucho ojito, pues.
Capillita: personaje
típico semanasantero sevillano. Es el tío
que más sabe de Semana Santa del mundo entero.
No hablo ya de los horarios e itinerarios (que eso es
como el valor al soldado, que se le supone), sino que
te recita de un tirón quién le talló
la mano a qué Cristo o quién restauró
la imagen en 1.921 o de qué capilla salía
antiguamente la Virgen y demás vicisitudes que
no recuerdan ni los viejos del lugar. Pues el capillita
se las sabe. El uniforme reglamentario es pantalón
de pinza y blazer azul marino con botones dorados (también
puede ser traje completo azul marino pero la chaqueta
debe ser blazer para ser un auténtico capillita),
con camisa clara y corbata oscura, pin dorado de la Hermandad
de la que se sea en la solapa de la chaqueta y gomina,
mucha gomina. El capillita no necesita programa de Semana
Santa: se lo sabe de memoria. A veces lleva un auricular
en la oreja, enchufado a alguna radio, para no perder
detalle de todo lo que está sucediendo en otro
punto de la ciudad. Si viene con nosotros, puede llegar
a ser pedante; sin embargo, si tenemos la suerte de pegarnos
a alguno que esté cercano, tendremos la ventaja
de enterarnos de toooooodo lo concerniente a la Cofradía
que estamos viendo, mejor incluso que si consultáramos
una enciclopedia especializada. Abundan durante toda la
semana pero más el Domingo de Ramos. Ser un capillita
no es fácil: se requieren muchas horas de estudio
y visitas a iglesias para convertirse en uno. Aunque no
están muy bien vistos por el resto de mortales,
un buen capillita es muy respetado en los círculos
cofrades.
Guiri: más
perdío que una cabra en un garaje. El equipamiento
reglamentario consta de: chanclas de cuero, calcetines
(a ser posible de color y/o con rombos), pantalón
corto, gorrita o, en su defecto, sombrero estilo explorador
(para él y para ella), mochila y mapa de la ciudad.
Por norma general, preguntan por alguna calle céntrica
que, si hay algún momento del año en que
es prácticamente inaccesible, ése es precisamente
ahora. «¡Ofúuuuuuuuu! Pos pa llegá
allí vah a tené que andá un rato,
¿eh? ¿No ve que ahora está to cortao
con loh pasoh?». Pobrecillos, todos los años
igual. Esta especie es totalmente inofensiva y echarles
un cable tampoco estaría de más. Bastante
tienen ya los pobres con tener la piel como un tomate
maduro de soportar 40 grados en el mes de Abril, con lo
bien que se está en esa época en Suecia...
Bueno, con esto espero
haberos orientado un poquito con respecto a lo que es
nuestra Semana Grande. Si ya queréis más
información y tal... me parece que aquí
mucha no vais a encontrar pero ya puestos, aquí
os dejo un par de enlaces. |